martes, 13 de abril de 2010

Mi jefe el Idiota



Ya no aguanto mi trabajo... bueno, más bien no aguanto a mi jefe. ¿Qué acaso para ser jefe de cierto número de personas se tiene que ser un idiota? Bueno, todos mis jefes han sido así, tienen ese patrón...


Trabajo en una agencia de publicidad. Estudié comercio hace unos pocos años. Mi jefe, con menos estudios que yo pero con un papá muy influyente, constantemente me hace propuestas, digamos, indecorosas. Y no me ofende, pues si también es mi "trabajo" y esto acostumbrada a dicho tipo de propuestas, lo que pasa es que me da bastante flojera, es corriente... chafo pues, recibo mejores piropos en la parada del camión para ser precisos...


Y bueno, más flojera me da cuando trata de comprarme con un mejor puesto o con un mejor salario sólo por un oral. Digo, soy puta eso lo sabemos, pero el puesto que tengo (que no está nada mal) lo logré por 4 años y medio de estar detrás de los libros y en clase soportando a maestros que parecían más jueces de Miss Universo que nada y tratando de demostrar que esto que tengo sobre el cuello me sirve para razonar y no como un accesorio; no soy puta porque sea hueca y no tenga más que ofrecer. Desde primaria he sido de las mejores de mi clase, me gusta mucho leer, enterarme de lo que pasa allá afuera, dar mi opinión. El ser inteligente es parte de ser una zorra como lo mencioné anteriormente, las "otras" sólo son aficionadas.


En fin, a mi jefe nunca se le hará conmigo: es casado y un completo imbécil que supongo presume lo que no tiene. Soy selectiva, además tengo mis reglas y mi dignidad, no quiero ese tipo de beneficios. Es un arrogante. Hoy me sorprendió con un conjunto de ropa interior dentro de mi cajón, por cierto, de un color horrible, marca pésima. En cuanto ví tan feo ejemplar de seducción, volteé a ver al admirador indiscreto y sólo pude lanzarle una mirada de odio y contestarle, por intercomunicador, que era un lindo detalle para regalárselo a su gorda madre.


Y ahí sigue molestando, todos los días, estoy a punto de acostumbrarme como un granjero se acostumbra a los mosquitos. Le he encontrado el lado divertido: me gusta mostrarle, cada que puedo, aquello que nunca tendrá. Hace un par de semanas opté por usar pantalones más ajustados y escotes más pronunciados al igual que faldas de aquellas que resaltan las caderas. El pobre se queda mirando mis piernas como perro detrás del vidrio en una carnicería, es divertido y patético a la vez, pero ni modo él se lo buscó. Soy bastante cruel cuando me lo propongo. No pasa de que siga insistiendo hasta que él también se aburra como yo.

También he pensado en poner una queja pero siendo sinceros, con la reputación que me cargo dudo de que se logré algo más que ponerme en ridículo y en evidencia, además como es beneficiado de la jerarquía, pues es más fácil que me corran a mí. A pensar y actuar diferente, sacarle la vuelta al bache.

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